En 1560, poco después de la destrucción del imperio inca, una expedición española parte de las montañas de Perú rumbo a las selvas del Amazonas, en busca de la legendaria tierra de El Dorado. A través del diario del fraile Diego Gaspar de Carvajal iremos conociendo aquella peligrosa aventura...
Gonzalo de Pizarro lidera un grupo de conquistadores españoles que cruza las intransitables selvas peruanas. Debido a la imposibilidad de continuar adelante en función de la escasez de provisiones y fuerzas, decide enviar una reducida expedición comandada por el incompetente Pedro de Urzúa y secundada por el lunático Lope de Aguirre, obsesionado con el poder, con el objetivo de conquistar El Dorado, la tierra prometida del oro según las creencias indias. A lo largo del camino, la expedición se adentrará lentamente en una pesadilla infernal como consecuencia de la demencia de Lope de Aguirre, los ataques indios y las brutales condiciones del hábitat.
La unión entre el megalómano director de cine Werner Herzog y el inimitable actor de carácter Klaus Kinski dio como resultado un destacado lote de películas entre las que destaca la que nos ocupa en esta ocasión, Aguirre, la cólera de Dios (Aguirre, der zorn Gottes, 1972), probablemente la mejor obra fruto de su conflictiva colaboración basada en una relación amor-odio realmente productiva (al efecto, ver el ilustrativo documental Mi enemigo íntimo, que refleja la peculiar relación entre los excéntricos Herzog y Kinski).
Fundamentalmente, se trata de una obra de contrastes desmesurada y fascinante. Haciendo uso de un estilo casi de documental, con cámara inquieta y dinámica, ofrece unas impactantes imágenes que consiguen transmitir credibilidad, realismo, como si el espectador estuviera muy próximo a lo que ocurre hasta llegar a verse involucrado en una historia dramática y épica de tintes dementes. Conjuntamente, la música que acompaña puntualmente a las imágenes causa un efecto extraño, convirtiendo lo visto en algo casi onírico, surreal. En este sentido, es curioso, atractivo y sensacional el hecho de intercalar tales imágenes cruentas, realistas y cercanas con una música altamente sugestiva e hipnótica.
El ambicioso Herzog cuenta la búsqueda de El Dorado por parte de una expedición de conquistadores españoles a lo largo de las salvajes junglas del Perú de 1560. Las duras condiciones de la hostil e inhabitable jungla, los fantasmagóricos indios enemigos y los propios conflictos por alcanzar el poder en la expedición son los grandes impedimentos que tendrán que soportar. Ya desde el inicio observamos a los personajes descendiendo Los Andes con caballos, carros, cañones, armas y demás parafernalia, a los esclavos cargando con las damas, e inmediatamente comprendemos que se trata de una empresa imposible, inhumana, derrotada de antemano en su enfrentamiento ante la impenetrable e indómita Naturaleza. La infernal odisea se convertirá en un camino lleno de tormento y calvario, prácticamente de pesadilla. Ese tono desasosegante y desgarrador es consecuencia de un estilo visual sobrecogedor repleto de imágenes de gran poder, de gran belleza e, incluso, de un toque considerablemente bizarro.
Kinski realiza una enérgica e histriónica interpretación de Lope de Aguirre, un hombre completamente desequilibrado, loco, ciego por la avaricia, por el mando y por alcanzar un objetivo imposible e inexistente ubicado en la imaginación colectiva, en el puro mito. Para ello, sacrificará lo que sea necesario, incluyendo a su inocente hija (Nastassja Kinski) con la que incluso planea casarse para asegurar la pureza de su raza. Caracterizado por presentar un rostro completamente ido e imprevisible, manteniendo una postura extrañamente inclinada y repitiendo gestos retorcidos, compone un personaje estremecedor, excesivo y obseso hasta el límite en la enfermiza búsqueda de su objetivo. Sus últimas imágenes a bordo de la balsa solo, desesperado, perdido e inmerso en una absoluta locura tras conducir a sus compañeros a la muerte trágica constituyen uno de los pasajes más antológicos que sea posible recordar. Se trata de un final acorde con el aliento fatalista de una historia destinada a la catástrofe.
El hecho de que la amenaza india sea casi invisible refuerza sobremanera la sensación de inquietud, dotándoles de un misterio temible al no identificar al enemigo, al no saber exactamente a qué se enfrentan. Sin embargo, el mayor enemigo de la expedición hispana es más bien su propia condición de hombres movidos por una riqueza imposible de alcanzar que les empujará a adentrarse en inhóspitos territorios de los que nunca saldrán.
La Iglesia y su hipócrita labor evangelizadora se encuentra presente en el personaje del clérigo, cuyo fin es comunicar la Palabra de Dios como vehículo o excusa para obtener el ansiado El Dorado, la tierra prometida, el Cielo en la Tierra. Así mismo, no se escatima un ápice el mostrar con estremecedora crueldad la esclavización del pueblo peruano, totalmente a merced de unos inmisericordes invasores, tan despiadados como parapetados tras su infinito abuso de poder en pro de la colonización a cualquier precio.
Filmada en el lugar natural donde se desarrolla la propia historia, la selva amazónica, el rodaje se vio sacudido por las dificultades climáticas y geográficas que castigaban diariamente al equipo de rodaje, así como por el inaguantable carácter de Kinski, auténtico azote de los participantes en esta monumental obra de arte.
Ver Aguirre, la cólera de Dios es una de esas experiencias cinematográficas que no se olvidan con facilidad. Imprescindible a todas luces.
Fuentes:
http://www.pasadizo.com/
www.peliculasyonkis.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario